martes, 24 de mayo de 2011

Santa María de la Alameda - Peguerinos






Un raro fenómeno nos hace llegar a la estación de tren de Santa María de la Alameda- Peguerinos en la sierra de Ávila sin pasar por Venta de Baños.

Todo el mundo sabe que para ir en tren a cualquier parte, en España, hay que pasar por Venta de Baños. (Bueno, también existe el enlace de Alcázar de San Juan, pero eso es para ir al sur. O el de Linares- Baeza. Pero están más abajo).

No sabemos cómo hemos llegado a Santa María de la Alameda- Peguerinos, sin cruzar Medina del Campo, por ejemplo. Pero hemos llegado y la sierra está llena de oscuras vacas avileñas, que pastan en la montaña estos meses antes de bajar a Gredos en otoño, por la cañada soriana.

El primer fenómeno que descubrimos, al llegar a Santa María de la Alameda- Peguerinos es un campo de trigo en barbecho, a la entrada del pueblo. En el centro del barbecho duerme un vagón de ferrocarril, impoluto. Nada explica cómo llegan, sin vías, los vagones de ferrocarril a los labrantíos abulenses, pero nos empezamos a mirar, cómplices del secreto.

Segundo fenómeno: al salir de la estación, en medio de una pared de granito, escarpada, se dibujan unos escalones de madera, impecables. Nadie puede llegar a ellos, nadie puede salir, porque comienzan y acaban en mitad de la ladera. Perfectamente dibujados, ariscos, no llevan a ninguna parte. Nuestras sospechas comienzan a confirmarse.

Tercer fenómeno: en medio de un berrocal de piedra, más tarde, una vía muerta. Los raíles comienzan en las rocas. Finalizan, de pronto, en una pared de granito. Maravillosa vía férrea, sin sentido, entre los berruecos.

Cuando abandonamos el pueblo - la estación, vacía, una mujer canta a lo lejos, nunca la vemos - en un risco en la montaña, una casa de ladrillo. Solitaria, inaccesible, en lo alto.

En la ladera, debajo, hay una suerte de piscina de cemento, un agujero en la roca. No hay forma de arribar a ella, no hay ninguna escalera, nunca se ha llenado de agua, nadie ha podido alcanzar nunca la enigmática alberca.

Entre peñas, el tren sigue su camino, dirección al Escorial, a la Cruz Verde. Ahora confirmamos, por fin, la secreta influencia de la poesía japonesa en Ávila, de una sigilosa ocupación de la sierra por parte de los líricos nipones.






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