lunes, 27 de diciembre de 2010

Santa Maria in Trastevere


 



En Santa Maria in Trastevere dos chicos jóvenes escuchan misa concentrados, completamente aplicados a la tarea. Entramos en medio de la celebración y pienso en su seguridad en un mundo que se desvanece. Pienso también en su visión diferente de la iglesia. Pues ésta es aún la visión del rito, el lugar cargado de una eficacia- simbólica, ritual - que los otros desconocen.

 Estos días, rodeados de edificios y de altares, de cuadros y templos antiguos, surge de nuevo una antigua pregunta acerca del arte - que aparecía ya en los años de estudiante al descubrir, entre otras, una sorprendente cita de Malraux en "La condición humana". Ese concepto distante que sólo llega a su plenitud en época moderna. El aislamiento, la falta de referencias...

Visitamos estos días templos de la antigüedad: el Teatro Marcello o la Domus Aurea. Basílicas medievales - Santa Sabina, Santa Maria in Cosmedin... -o capillas góticas. Iglesias barrocas,- el Colegio de Propaganda Fidei, Santa Maria della Pace - y cuadros manieristas. Aquí un friso o allá una estatua. Unas columnas o un fresco en una capilla. Un obelisco egipcio o los relieves de la Columna Trajana... Se agrupan bajo la denominación genérica de arte. Pero en la época en que surgen tal concepto es muy confuso y se encuentra siempre rodeado - y a veces perdido - en la eficacia, ritual o simbólica, para la que la obra es destinada.

 En la basílica, los jóvenes encienden una vela. La misa prosigue.

Contemplamos obras de arte. Pero su precio es la pérdida del significado, la pérdida de la función. El arte es posible cuando el objeto ha sido distanciado: después de su desaparición, en suma.




La ciudad moderna


   A través de la costumbre del paseo, que la ciudad instaura casi necesariamente, hablando con G., éste me describe una maniera que cabe reconocer como netamente pop. Ya algún día había descrito la actitud de su generación que, frente al elitismo de la vanguardia de las precedentes, fue capaz de recogerlo todo, sin desdeñarlo. La música pop, desde luego, pero también los graffiti, los grabados populares. Las imágenes de calendario y los comic; la literatura menor y las postales de las tiendas de los chinos. Otra vez vuelve a poner de relieve esta actitud al comentar la exorbitante colección de cachivaches que atesora el pintor Luis Gordillo.

 Este gesto semeja en cierto modo una de las claves del arte posterior a los años del pop- el conceptual sería una de las otras, si no la principal . G. aún defiende la influencia que hubo de tener la famosa obra de Venturi, el "Aprendiendo de todas las cosas". Frente al mito de la autenticidad, del existencialismo, ésta constituye la actitud opuesta: defensa de lo inmediato, aceptación de todo lo dado, todo se amalgama en un mismo nivel - el de la aceptación, la no discriminación - porque se ha renunciado a ese otro marco: el de la jerarquía.

 La jerarquía supone una nostalgia y una creencia: la nostalgia es la de lo otro, frente a lo dado. La creencia, la de que existe un orden en las cosas, y seguramente un centro. De este centro - que por otra parte sólo se puede invocar como nostalgia o como ideología -se derivan las distintas gradaciones de las cosas, en una degradación que va de la "autenticidad" a lo "falso". O si se quiere, en otros términos, de lo "profundo" a lo "superficial".

   El pop supone una clara protesta - o un abandono - frente a esta tradición de lo occidental. Pues proclama la hegemonía de un solo plano: éste es el mismo para todo, superficie idéntica donde todos los sucesos se amalgaman, renuncian a la jerarquía, donde no hay sino lo dado, sin lugar para la nostalgia. Lugar sin centro, por cuanto todo es periferia. De la imagen, no del discurso.

   Curioso contraste de los paisajes reales, de los paisajes imaginarios: pues estas conversaciones me recuerdan la ciudad moderna, los años anteriores. Mientras paseamos por Via Giulia, por Via Ripetta, nos perdemos por el Trastevere.


viernes, 24 de diciembre de 2010

San Ignazio


En San Ignazio, frente a una capilla lateral, encendemos un cirio, depositamos una limosna en el cepillo. Nos acordamos de pronto de P., quien delante de los altares, en la capilla, encendía siempre una vela durante este último viaje por Italia.

La recuerdo una fría mañana en la basílica de San Marcos, en Venecia, encendiendo una vela en la capilla del transepto, donde se rezaba una temprana misa, oscura, a la que silenciosamente asistían cuatro o cinco feligreses. En una sombría iglesia, extraña como un templo de pescadores, en Fondamenta dello Spirito Santo, frente a la Giudecca. (La mañana era azul, y clara, y un penetrante frío cercaba el muelle, el barrio judío a lo lejos). En el Duomo de Nápoles, en la capilla de San Genaro. En la catedral de Viterbo. En San Francesco a Ripa, frente a la iglesia de la beata Ludovica. En San Pietro in Carceri - la iglesia que nos encantara cuando nos la descubrió G., frente al teatro de Marcello.

Un día hubimos de preguntarle por qué encendía tantas velas. No quiso contestarnos. Entonces, luego, continuamos poniendo velas en los altares: en San Ignazio, en San Giorgio al Velabro...


jueves, 23 de diciembre de 2010

Villa Borghese



Cruzando la puerta de la Muralla Aureliana, al final de Via Vittorio Veneto, se llega a la villa. Ese enorme parque que hacia el sur alcanza hasta Piaza di Spagna, a Villa Medici; más allá a los jardines del Pincio; rodeando luego, a Villa Giulia, la Galleria d´Arte Moderna...

Caminando entre ellos resulta inevitable recordar la imagen de Roma que los viajeros neoclásicos ofrecían: esa estampa educada y melancólica que se trasluce en sus descripciones de la Roma del XVIII, la vida y las relaciones sociales que allí efectuaban. La diferencia estriba en que hoy en día estos lugares se perciben como una excepción. (Y así Mario Praz puede clamar, despechado, que es en vano buscar a Roma en Roma, desde que el tráfico rodado instauró su tiranía). Los jardines, el parque, están rodeados de una turbamulta de coches y autobuses que atraviesan la calle, poseídos de un divino furor y crean un rumor permanente.

Bajando las calles del parque hacia el actual Museo Borghese, la Villa Borghese, los nombres de los paseos, reavivan este recuerdo: una estatua sobre un pedestal blanco representa a Lord Byron. En el pedestal están grabados unos versos de Childe Harold- inevitablemente aquellos que hablan de la grandeza de Italia. Otro paseo lleva el nombre de Goethe; otro el de Sinckiemann. Otro, repite el nombre de Byron... En el parque no hay apenas nadie, en la soleada mañana. Un par de viejos solitarios leen el periódico. En un calvero una pareja escucha música y realiza exóticos movimientos. Otra, sobre la hierba, se acaricia. Un hombre de gesto arisco cruza con una cartera.

Al llegar a Villa Borghese descubrimos las mismas vallas, las mismas obras de siempre. Todo continúa igual. No se puede visitar el museo. Caminamos entonces por los raros pabellones que rodean la villa y que contienen unas raras pajareras de hierro. Inmediatamente nombramos un raro ejército de pájaros que los príncipes mantenían. Al remate de los pabellones, en una exedra que se abre al parque, figuran dos dragones amenazantes, de oscura presencia. Los dragones poseen algo de terrible y aristocrático, al tiempo, y recuerdan, extrañamente, al célebre dragón que en Bomarzo imaginara su anónimo artífice.

Hay una explanada soleada detrás de la villa, de los pabellones. En ella, bajo el sol de invierno, madres con niños se sientan en la solana, jubilados pasean leyendo el periódico. Una pareja de jóvenes, con el pelo rojo ambas, discuten en las escaleras de la torre que preside el recinto.

Por un momento, un tiempo otro, secreto y apartado. El tiempo de la infancia, el verano otras veces.




viernes, 10 de diciembre de 2010

Filiae acedia


Figuras de melancolía.

El cortejo infernal de filiae acedia en la alegoría de los Padres de la Iglesia son:

   malitia     Ambiguo e irrefrenable amor-odio por el bien en cuanto tal (o "rancor").
   pusillanimitas       El temor o el escrúpulo frente al empeño de la vida espiritual.
   desperatio    La oscura certeza de estar ya condenado y la complacencia en la propia ruina.
   Torpor     El obtuso y somnoliento estupor que paraliza cualquier gesto que pudiera sanarnos.
   evagatio mentis    La fuga del ánimo de fantasía en fantasía. Se manifiesta en la:
          . verbositas     el soliloquio vanamente prolijo sobre uno mismo
          . curiositas      la insaciable sed de mirar por mirar que se dispersa en continuas nuevas posibilidades.
          . inoportunitas mentis     petulante incapacidad de fijar un orden y un ritmo al propio pensamiento.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El fin de los tiempos. IV


   Un barco regresa, entre el acoso turco, al estrecho del Cuerno de Oro. A pesar del asedio, consigue abrir la cadena, penetra en el abrigo del muelle. Trae malas noticias para la ciudad asediada. No hay ninguna escuadra, ni veneciana, ni genovesa, a la espera, y en ningún puerto, ni en las islas, se tiene noticia de ella. Constantinopla no puede esperar ninguna ayuda ya. La galera regresa para comunicar la noticia y participar, junto a los últimos romanos, de su suerte.

   Hasta el último momento, los griegos esperan un milagro. Los turcos han entrado en la ciudad y su bandera ondea ahora en el palacio de Blaquernas. En el monasterio de Chora, una imagen del Salvador protegía el lado de la muralla teodosiana. Pero la muralla ya ha caído. Cuentan que el Emperador ha muerto. Otros dicen que regresará junto a su pueblo. Más adelante, cuando los musulmanes partan. Las mujeres, los niños, los ancianos, se refugían en Santa Sofía. Se dice que cuando los infieles lleguen hasta allí, un ángel, enviado de Nuestra Señora, les fulminará con el rayo flamígero, y los otomanos serán expulsados más allá de Anatolia. Pero ahora los jenízaros han entrado en el templo y comienzan a saquear la iglesia, esclavizan a los romanos, arrastran a los sacerdotes.

   Una última leyenda cuenta que en el momento de entrar los turcos, el sacerdote estaba oficiando la Consagración. En ese instante se abrió un muro, y el oficiante desapareció en él, junto a la Sagrada Forma. Cuando Santa Sofía vuelva a ser el templo de la Cristiandad,  reaparecerá, para terminar la ceremonia.

   Un último instante, siempre. En la espera del milagro, siempre hay un momento más, un tiempo que no queda clausurado. En su tensa espera, en qué momento ignorado, ocurre al fin el milagro, se acaba el tiempo.

martes, 7 de diciembre de 2010

De las últimas tierras

Iceberg









(Exposición  "Iceberg" de Ángeles San José para la galería Adora Calvo en PhotoTaipei 2010.,  Taiwan,  invierno 2010.)





Las Tierras Altas.

Un paisaje extremo, un horizonte de colinas agrestes, rocas grises sobre el verde, paredes de piedra negra - y el viento,que llega del mar, un mar tan distante como la propia tierra.

Un paisaje tan exacto que hace pensar en algún tiempo anterior - en el que podrías decir: "Yo estuve aquí". Pues ésta es una de las características de lo preciso. Que remite a un tiempo antiguo. Al exacto momento del pasado: siempre anterior.


Alejandría.

"En el pasado, es decir, irremediablemente"

- Lawrence Durrell


El paso del Norte.

" Pues es al pasado, descubrimos, a su redención hacia donde en realidad se dirige todo gesto. Una redención final, última, cuyo objeto no es, de modo alguno, la trivialidad del presente. Sino esa herida siempre abierta, ese error cuyo lugar, cuya mella es el pasado, siempre"

- W. Beckford      El paso del Norte

Notas sobre la Ballena Blanca

  La "Posada del Surtidor. Peter Coffin", adonde finalmente se encamina el narrador de Moby Dick - "Llamadme Samuel"- s...

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