jueves, 22 de julio de 2010

El fin de los tiempos. II.




"Mientras rogaba a Giustiniani que no se fuera, el Emperador fue informado de la entrada de los turcos por la Kerkoporta y galopó hacia allí en el acto. Pero ya era tarde. Entre alguno de los genoveses había cundido el pánico y, en medio de la confusión, fue imposible cerrar la puerta. Los turcos se precipitaban por ella en masa y los hombres de Bocchiardi eran demasiado pocos para rechazarlos. Constantino hizo volver grupas a su caballo y galopó al valle del Lico y a las brechas de la barricada. Lo acompañaban el gallardo español que pretendía ser su primo, don Francisco de Toledo, su verdadero primo, Teófilo Paleólogo, y su fiel compañero de armas, Juan Dálmata. Juntos trataron de reunir a los griegos en vano: la matanza había sido demasiado grande. Desmontaron y durante unos minutos los cuatro lograron aproximarse a la puerta por donde Giustiniani había sido evacuado. Pero la defensa había quedado desarticulada. Por la puerta se apetujaban soldados cristianos, tratando de escapar, mientras que más y más jenízaros caían sobre ellos. Teófilo gritó que más valía morir que vivir y desapareció entre las hordas que llegaban. En ese momento Constantino comprendió que el Imperio estaba perdido y que no deseaba sobrevivir a él. Se quitó las insignias imperiales y con don Francisco de Toledo y Juan Dálmata todavía a su lado, siguió a Teófilo. Nunca se supo más de él. "


              - Steven Runciman   La caída de Constantinopla






El oráculo de Delfos.

"Dile al emperador que el labrado salón ha sido derribado; Febo no tendrá por más tiempo su escudo ni su profético laurel, ni su fuente locuaz; el agua del discurso se ha secado"

(Último oráculo de Delfos al emperador Juliano)





El fin del mundo.

"El aire permanece inmóvil. ¡Qué lejos están los pájaros y las fuentes! Esto sólo puede ser el fin del mundo, al avanzar."

- A. Rimbaud    Iluminaciones




Europa. El final.

"El último disparo debido a uno de los Hombres de Buena Voluntad fue el breve y valiente discurso de Duff Cooper, cuando renunció después de Munich"

- S. Spender    World within World 



Tsargrad

 "En aquellos días de noviembre, cuando las calles de Constantinopla estaban llenas de una masa de oficiales y soldados rusos, y el Bósforo cubierto de barcos con banderas rusas...y cuando los brindis de los soldados con sus comandantes... podían ser oídos desde el Bósforo y en la tardes las plegarías ortodoxas resonaban sobre las aguas del Estrecho, me parecía que el sueño de la antigua Rusia se había realizado, y Tsargrad se había convertido en una ciudad rusa"

- General. Lukomsky   1920

Novorossiysk

"Cuando salimos al mar era ya casi de noche: solamente algunas luces brillaban en la espesa oscuridad que trazaba la costa de la abandonada tierra rusa. Se debilitaron y desaparecieron.
Rossia, mi tierra. "

- General Denikin    1919.



Una cita arcaica

"Ah, Cirno, ésta es aún nuestra ciudad, pero es otra su gente"

- Teognis    S.VI  a.C.


Las tinieblas

"Desde el día que los turcos tomaron Constantinopla, el sol se cubrió de tinieblas"

. Anon.,    s. XV

miércoles, 21 de julio de 2010

geografía de Roma



1.

 De todas las imágenes de Roma guardo una, pero es imaginaria. Ésta es la de una Roma medieval, abandonada de todos, que ha dejado de ser el centro y en la que perviven, tercos, los edificios, las ruinas. Es una imagen literaria: leída, no vista. La de las cabras en el Campidoglio, las vacas por el Foro - que llegó a llamarse Foro Vaccino - las viñas plantadas sobre la colina del Capitolio.




2.

 Paseando por via dei Coronari encuentro una tienda con grabados antiguos. Los grabados son tradicionales, todos referidos a Roma. En ellos se proclama una imagen que es la preferida de la ciudad, aquella que funciona como emblema, y uno podía reconocer. Ésta es la de una Roma con desmontes, trincheras, maleza, llanos abiertos que ocultan entre los descampados restos antiguos. Un ábside que surge de la tierra; unas columnas entre los árboles; una gran exedra, rodeada de enredaderas... Acumulación tras acumulación, en la ciudad se van amontonando, en medio de lo inexorable- de la impotencia, el paso del tiempo - las destrucciones y las edificaciones sucesivas, las ruinas y el polvo, las nuevas vías y la tierra, la maleza sobre los restos.

 Imagen de una Roma admirable y melancólica, ésta, la ciudad en desorden y las ruinas, es la imagen que en el fondo reconocemos. Aunque los tiempos modernos hayan limpiado la ciudad, la hayan ordenado y ocupado todos los espacios vacíos, yace latente esta otra, aquella que fascinó a a los viajeros del Grand Tour, cuya grandeza es melancólica, cuyos monumentos son recuerdos, restos.





3.
En el Museo Capitolino, la fascinación de las esculturas antiguas. Yacen amontonadas en las salas. Colocadas de cualquier manera, encierran no obstante una seducción innegable. Este aura, este no subsumirse en el discurso, remite ciertamente a otro concepto del arte. Es ésta una concepción que deberíamos llamar, en última instancia, mágica. Pues su eficacia reside en su presencia.

Elogio de la presencia: frente al arte moderno ésta posee una cualidad superior a la del discurso. Lo excede, sobreviene en un terreno que habría que llamar de la sobre-presencia. Pues se manifiesta como territorio intermedio, como mediación entre la cierta banalidad de los objetos y su reverso mítico. Más que estos, las esculturas, mediación de lo otro: ni enteramente objetos, ni completamente dioses, héroes, demonios.

Fascinación del arte, presencia indecible, inasequible al discurso.



4.

La Colina de los Muertos.

Visto desde la roca Tarpeia el Capitolio semeja un modo de gran buque, varado y silencioso en el centro de la ciudad. Alto recinto aislado por sus muros, por ruinas de bóvedas y cavernas, los árboles, profusos, impiden adivinar lo que en ella sucede, qué secreto guarda la colina, qué oculta sobre la ciudad.

Vista Roma desde ella, desde su recinto laberíntico y prolijo, semeja un hormiguero elegante, tumulto de cúpulas, torres y callejuelas, cuyo rumor no alcanza la colina.

Hacia el este la vista del monte Savellio es una de las más hermosas de Roma: aquí la ciudad muestra su imagen sosegada y medieval, en la subida al Monte Cellio, en el ábside de San Giovanni e Paolo, la cuesta entre los cipreses, los oscuros pinos.

Al oeste es el amplio recinto del Circo Massimo, el Aventino a lo lejos, la efigie emblemática de Santa Sabina. Al sur el Trastévere, las torres de San Giorgio al Velabro, Santa Maria in Cosmedin. El Gianicolo, el Vaticano a lo lejos. Abajo, entre el Campidoglio y el propio Palatino, el recinto de los foros. La ciudad que se abre por encima, su paisaje ocre y ruidoso.

No llegan los ruidos hasta la colina. Yo recuerdo un cuadro de Böcklin: la imagen remota y plena, su fatal atracción.



-  De    Antonio de Andrada   Cuadernos de Roma   Guarda, eds. da Estrela, 2014



Notas sobre la Ballena Blanca

  La "Posada del Surtidor. Peter Coffin", adonde finalmente se encamina el narrador de Moby Dick - "Llamadme Samuel"- s...

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